viernes, 11 de enero de 2013

En tus pupilas.


Soy Martín y estoy sentado en el último escalón de mármol o el primero según se mire. A mis lados hay lindes de piedra, a la derecha una palmera, siempre hay una palmera y delante el horizonte se lo regalamos al mar.

Son dos horas más y la tarde cae,  llevo dos baldosas y media de sol ahora en sombra esperándote sentado. De pronto el aire se revuelve y al chocar con las esquinas parece que silban, me traen tus pasos y por un momento la tierra y el cielo dejan de girar para verte caminar. Ya estás en casa Mariola,  llegas a la última habitación e intuyes exactamente donde te aguardo, descocada en vaqueros corres y me abrazas la espalda. No digo nada pero me acabas de llenar el espacio, te sientas a mi lado y tratas de encenderte un cigarrillo de esos largos y delgados como tus manos. Sabes Mariola deseo hablarte pero en la intimidad de mi soledad, confieso que aún me pones tan nervioso que se me bloquea el espiritu. Me armo y te suelto “disculpe señorita, veo que no le funciona el encendedor, coja el mío” a lo que le sigues “cierto caballero espero que tenga más chispa que usted” siempre has sido tan descarada. Me resisto la sonrisa pero soy un varado a tus pies, te tiro el pitillo y te cojo de la mano “sin más,  ¿me concedería usted este baile?” no te doy tiempo ni a refunfuñar, y tiro hacia arriba de ti. Tienes esa cara de llamarme tonto, pero tu aunque calles, sé que adoras esos bailes de tus pies encima de los míos, mano con mano, arrojas tu cabeza en mi hombro, me estas oliendo, ya estoy menos nervioso y más enamorado. 1, 2 y 3 te agarro fuerte de las piernas y te doy una vuelta y otras más, a lo que me pellizcas gritando mi nombre.

Seguimos en la terraza pero ya en las escaleritas de la habitación, Mariola estas en frente mío, me atusas el pelo, te metes con mi camisa y me agarras por las orejas “cuando piensas cortarte ese pelo??”He estado infinidad de veces delante tuya, te dicho a diario lo bonita que estas, pero es que hoy creo que se me va a salir el amor del lado izquierdo del pecho sino te digo lo preciosa que eres, mi luciérnaga sigue brillándome más.